El camino: la conversión como proceso espiritual

Reflexión

Para san Ignacio, Dios «es el que mueve». Esta afirmación de una de sus cartas casi al final de su vida, en 1555, resume cómo entendía la experiencia de fe. El deseo final que se repite en su epistolario es que Dios quiera «mover eficazmente el corazón». En Dios, y con Él, andamos y, por eso, hay que aceptar «la peregrinación en que Dios nuestro Señor nos ha puesto para que caminemos a la celestial patria» (1553). La gracia es senda que se abre a un horizonte. No es extraño entonces que «comience», que «aumente», que «crezca», que nos lleve «adelante». Nuestra conversión nos enrola en pasos sucesivos, alentados por un Dios que nos espera siempre más allá de nosotros mismos, en un éxodo continuo. De san Ignacio recibimos aquello de que «piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto saliere de su propio amor, querer e interés» (Ej. 189).

Ese Diosdelante pide ser discernido: • Por un lado, ante Él nada de la historia lo podemos dar por clausurado. Dios está implicado en todos y cada uno de los desafíos nuevos por los que atraviesa la humanidad. En ese escenario, la espiritualidad ignaciana ve al creyente confrontado con la invitación a discernir «lo que más nos conduce para el fin que somos criados» (Ej. 21). La respuesta no se limita a un instante, sino que se prolonga sin término en un «solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce» (id.). Eso obliga a elevar la mirada, a entendernos en proceso y a tratar de concretar el aquí y el ahora del Evangelio ponderando las mociones del Espíritu. • Por otro lado, el Creador se encuentra con su creatura a lo largo de un camino hacia una novedad que es única para cada persona. La necesidad del discernimiento nace de que, para llegar a esa novedad singular, no hay un camino, ni una trayectoria homogénea para todos. «Buscar y hallar» (Ej. 1) esa llamada «para que más le ame y le siga» (Ej. 104) es gracia alumbrada en el discernimiento.

Pero todo apunta a lo mismo: Cristo es prototipo de nuestra peregrinación. De la indiferencia es preciso pasar a la preferencia por las opciones de Cristo. El Rey eternal convoca a un seguimiento que no está desligado de su propio destino. Su llamada nos desvela el trazado del camino por el que nuestra conversión ha de articularse: «Quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque, siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria» (Ej. 95).

Sagrada Escritura
Texto ignaciano

A través de una carta del 20 de septiembre de 1548, san Ignacio aconseja a san Francisco de Borja que abandone su práctica ascética rigurosa. Es preferible que busque los «santísimos dones» de Dios. El acceso a cualquiera de ellos, incluso a los menos excelsos, es siempre válido, porque «aquella parte es mucho mejor para cualquier individuo, donde Dios nuestro Señor más se comunique mostrando sus santísimos dones y gracias espirituales». Y agrega:

« fin, abrazados y unidos con los tales santísimos dones ...porque [Dios Nuestro Señor] ve y sabe lo que más le conviene, y como quien todo sabe, le muestra la vía; y nosotros para hallarla, mediante su gratia divina, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras para caminar por la que le es más declarada, más felice y bienaventurada en esta vida, toda guiada y ordenada para la otra sin »

Reflexión personal

1 ¿Nos comprendemos, personal y colectivamente, caminando ante Dios? ¿Cuál ha sido el argumento principal que atraviesa nuestro itinerario de conversión? ¿En qué hemos cambiado y seguimos cambiando por aceptar lo que el salmista aconseja: «Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará» (Sal 37, 5)?

2 ¿Qué Dios se ha ido manifestando en tu camino de fe? ¿En qué medida esa manifestación está siendo impregnada por lo que Jesús avisa a Natanael: «¿Crees porque te dije que te vi bajo la higuera? Cosas más grandes que éstas verás» (Jn 1, 50)?

3 ¿Qué mundo necesitado de Evangelio te ha mostrado tu camino personal y comunitario de fe? ¿A quiénes te has encontrado y has reconocido como tus hermanos y hermanas precisamente por «más seguir e imitar al Señor nuestro, así nuevamente encarnado» (EE. EE. 109)?

Oración

UNO NO ESCOGE

Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo. Nadie puede evadir la responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,
enmudecer y cortarse las manos,

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
una historia que nacer,
una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo.

Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.

Gioconda Belli