El camino con los jóvenes
La Compañía ha tenido siempre en el centro de su misión el acompañamiento y la formación de la juventud. Esta atención especial expresa un dinamismo propio, que mira hacia el futuro con optimismo y confianza. Esa actitud, dinámica y creativa, es fruto de la confianza en Dios que continúa laborando en este mundo (EE. 236), Dios que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5).
No es propio del jesuita tener una visión negativa sobre ninguna generación, una visión que sólo vea sus fallos y debilidades. Esa mirada sería injusta y desenfocada. Tampoco se trata de bendecir toda novedad por el hecho de serlo. Lo propio de nuestra espiritualidad es el discernimiento, que reconoce las debilidades y las fortalezas, capaz de afirmar tanto la fragilidad como la potencialidad de cada generación y cada ser humano.
Apostar hoy por los jóvenes pide esta mirada lúcida pero confiada. La tercera Preferencia Apostólica Universal habla de «acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador». Esta formulación traduce un acercamiento típicamente ignaciano, pues supone acompañamiento hacia un futuro todavía sin definir. No podemos adelantarnos al Espíritu, ni debemos imponer recetas ya sabidas. Estamos llamados a recrear el futuro con las personas que se confían a nosotros.
Para ello, ofrecemos nuestras personas, obras y comuni-dades como un lugar de acogida, entornos sanos y segu-ros donde desplegar el potencial de cada ser humano.
La Compañía en su misión educativa está llamada a desarrollar todas las dimensiones de la persona, creando así auténticos «hombres y mujeres para los demás». En un famoso discurso pronunciado en 1973, Arrupe expli-caba: «Nuestra meta y objetivo educativo es formar hombres que no vivan para sí, sino para Dios y para su Cristo; para Aquel que por nosotros murió y resucitó; hombres para los demás, es decir, que no conciban el amor a Dios sin el amor al hombre; un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia y que es la única garantía de que nuestro amor a Dios no es una farsa». He aquí un ideal al que no debemos renunciar. En nuestro apostolado con los jóvenes, no podemos ofrecer menos que la Salvación concedida por Dios a cada ser humano. Ser cauce de esa Salvación para que cada joven se descubra amado y llamado a una vocación personal.
En este año de conversión, se nos invita a examinar nuestra misión y la fuente de la que nace. Que el Señor encienda el fuego de nuestra vocación para que muchos otros jóvenes se contagien de esa misma pasión por Dios y por la humanidad.
Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús, dijo: «Ahí está el Cordero de Dios». Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dijo: «¿Qué buscáis?» Respondieron: «Rabí –que significa maestro–, ¿dónde vives?» Les dijo: «Venid y ved». Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. Encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontra-do al Mesías» –que traducido significa Cristo–.
Jn 1, 35-41
Son los jóvenes, con su perspectiva, quienes pueden ayudarnos a comprender mejor el cambio de época que estamos viviendo y su novedad esperanzadora. (…) Vivimos un cambio de época del que emerge un nuevo ser humano y una nueva forma de estructurar la vida en sus dimensiones personales y sociales. Los jóvenes son los portadores de esa nueva forma de vida humana que puede alcanzar en la experiencia del encuentro con el Señor Jesús, una luz para alumbrar el camino hacia la justicia, la reconciliación y la paz.
(De la carta del P. Arturo Sosa S.J. Prepósito General – Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, 2019-2029)
- ¿Cómo es mi acercamiento a la juventud actual? La mirada que surge de los Ejercicios es una mirada lúcida y misericordiosa a la vez. El discernimiento propio de los jesuitas es capaz de ver a Dios presente en todas las cosas. ¿Cómo mira Dios a los jóvenes de hoy?
- ¿Cuáles son los grandes desafíos a los que la juventud se enfrenta actualmente? ¿Vibro con ellos? No se trata de ofrecer recetas o soluciones preconcebidas. Más bien se nos invita, como Compañía y como jesuitas, a ponernos al lado de los jóvenes y crear con ellos un futuro nuevo y esperanzador.
- ¿Cuáles son las llamadas del Señor en nuestra misión educativa? El mundo se ha vuelto complejo y cambiante, lleno de desafíos para los que no sirven respuestas fáciles. Nuestra misión es formar hombres y mujeres para los demás, en el sentido profundo que decía Arrupe. ¿Cuál es la Buena Noticia que debemos proclamar a los jóvenes de hoy?
ORACIÓN DE PEDRO ARRUPE
(válida para jóvenes de cualquier edad)
Señor, dame tu amor, que me haga perder mi «prudencia humana» y me impulse a arriesgarme a dar el salto, como san Pedro, para ir a Ti: Que no me hundiré mientras confíe en Ti.
No quisiera oír: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Cuántos motivos teológicos, ascéticos, de prudencia humana, se levantan, en mi espíritu y tratan de demostrarme «bajo apariencia de bien», con muchas razones humanas, que aquello que Tú me inspiras y pides es imprudente: Una locura.
¡Tú, Señor, según eso, fuiste «el más loco de los hombres», ¡pues inven-taste esa insensatez de la cruz! ¡Oh, Señor!, enséñame que esa insensa-tez es tu prudencia, y dame tal amor a tu persona para que sea yo tam-bién otro loco como Tú.
Encuentro con Provinciales, México D. F., noviembre 1972