La universalidad de la misión

Reflexión

La misión de la Compañía y de la espiritualidad igna-ciana participan de la amplitud de la mirada de la Trinidad sobre el mundo: «Contemplar cómo las tres Personas miran la redondez de todo el mundo lleno de hombres […] en tanta diversidad así en trajes como en gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo» (Ej 102 y 106).

Desde el comienzo, san Ignacio experimentó la universalidad de Cristo y la amplitud de la misión que ello significaba. La herida en la batalla de Pamplona supuso pasar de defender los intereses parciales de un bando a participar del abrazo universal de la bandera de Cristo y del Evangelio: «Hagamos reden-ción del género humano» (Ej 107). Antes de partir de Jerusalén, Ignacio se detuvo ante las huellas de Jesús grabadas en una piedra que la tradición identifica como el lugar de la ascensión desde el cual envió a sus discípulos a bautizar a todo el mundo, esto es, a sumergir toda la realidad en nombre del Padre –es decir, en referencia al Misterio Originante–, en nombre del Hijo –es decir, en fraternidad–, y en nombre del Espíritu –es decir, a discernir los flujos divinizantes de la historia, distinguiéndolos de los que son deshumanizadores y letales–.

La Compañía de Jesús y la familia ignaciana partici-pan de este envío a la extensión de todo el planeta, no solo para sembrar la Palabra, sino también para reconocer las semillas del Verbo que germinan por doquier. Inculturación y misión se requieren mutua-mente porque si bien único es el Rostro y una es la Palabra, Rostro y Palabra se difractan en cada rostro y palabra humana. Evangelizar también consiste en descubrir la Presencia de Dios que nos antecede antes de que nosotros lleguemos.

Sagrada Escritura

Jesús se acercó y les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Mt 28, 18-19

Dijo Pedro ante Cornelio, capitán romano: «Realmente voy comprendiendo que Dios no hace distinciones, sino que acepta al que le es fiel y obra rectamente, sea de la nación que sea, Él envió su mensaje a los israelitas anunciando la paz que traería Jesús el Mesías, que es Señor de todos».

Hch 10, 34-36

Texto ignaciano

Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infier-no por la negligencia de ellos! Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y Ejercicios Espirituales para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: ‘Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios’. ¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos’ (Mt 25, 20).

Reflexión personal
  1. ¿Cómo bautizar hoy en el Padre, es decir, cómo suscitar esa referencia al Misterio del que brota la realidad, y que es nombrado con muchos nombres que hemos de saber interpretar, porque evange-lizar es también dejarse evangelizar por aquellos a los que evangelizamos?
  2. ¿Cómo bautizar en el Hijo, es decir, en fraternidad universal, suscitando y participando de las nuevas formas de solidaridad que requiere hoy nuestro mundo globalizado?
  3. ¿Cómo discernimos el movimiento de la historia en medio de la inmediatez de tantos acontecimien-tos y de la sobresaturación de una información que con frecuencia impide una mirada más honda sobre nuestro mundo?
Oración

Señor Jesús, te pedimos que esa herida que abrió en Ignacio una mirada universal, nos hiera y nos abra también a nosotros, de modo que nos saque de nuestras parcialidades auto-centradas y beligerantes y nos haga participar de tu abrazo a toda la humanidad. Ayúdanos a bautizar el mundo con tu mirada, no con la nuestra, a transmitirte con tu Palabra, no con la nuestra, de manera que aprendamos a hablar y a comprender los diferentes lenguajes de la tierra y que en cada lugar se pueda vivir y celebrar tu Presencia de un modo verdadero y original.