La conversión de san Ignacio

Reflexión

La herida que Ignacio sufre en Pamplona supone una quiebra de lo que era su proyecto vital. Una crisis brutal que trae consigo una oportunidad: acceder a dimensiones internas de nuestra persona que nunca conoceríamos si no fuésemos “interrumpidos”. Quién sabe si la “interrupción” que está suponiendo la pandemia también pueda ayudarnos como a Ignacio a “entrar en uno mismo”. Lo que va a quedar interrumpida o cuestionada es su “determinación de seguir el mundo” siguiendo los modelos y patrones culturales impuestos por “su mundo” (al fin y al cabo era un Loyola y se esperaba que se comportase como tal), así como su particular necesidad de ser reconocido y valorado, y para ello, de “destacarse y señalarse”.

Ese derrumbe va a venir posibilitado por el tiempo y la soledad. Ahora “el tiempo tiene espacio en su vida”. Cuando le damos “espacio al tiempo”, pueden acaecer “acontecimientos”. Dándole Ignacio tiempo al silencio y la escucha va a poder descubrir que más adentro de su yo biográfico-cultural hay Otro que tiene algo que decirle.

En esta tesitura una nueva orientación vital va abriéndose paso en Ignacio. Una alternancia de pensamientos y de imágenes, van dando lugar a unos sentimientos (mociones) y unas resonancias afectivas. Parándose a reflexionar sobre ellas percibe que “volver a lo de antes” le deja seco; es un deseo regresivo, mientras que adentrarse en el seguimiento de Jesús al modo de los santos, es entrar en una dinámica de progresión, incluso de “novedad transgresora”. Poco a poco Dios se le va diciendo y él va aprendiendo a escuchar, y esto, tomado en serio, genera cambios sustanciales.

El proceso de conversión de Ignacio aquí se inicia. Una primera conciencia de su fragilidad – aún por explorar mucho más – y una primera intuición del “tesoro” del Otro que va en él y le moviliza. Pero todos sabemos que éste es un camino larguísimo. Ignacio tendrá que recorrerlo – y pasar por nuevas etapas de conversión, algunas de ellas durísimas - pero su caminar empieza a estar orientado.

Sagrada Escritura

2Co 4,6-10

“El mismo Dios que dijo: “de las tinieblas brille la luz”, ha hecho billar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro para que aparezca que una fuerza extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”.

Texto ignaciano

Autobiografía, 83-84.

…y así le era forzado estar en el lecho. Y porque era muy dado a leer libros mundanos y falsos… pidió que le diesen algunos de ellos para pasar el tiempo; mas en aquella casa no se halló ninguno…y así le dieron una Vita Christi y un libro de la vida de los santos. Por los cuales leyendo muchas veces, algún tanto se aficionaba…algunas veces se paraba a pensar en las cosas que había leído, otras veces en las cosas del mundo que antes solía pensar…se estaba luego embebido en pensar…imaginando lo que había de hacer en servicio de una señora…Todavía nuestro Señor le socorría, haciendo que sucediesen a estos pensamientos otros, que nacían de las cosas que leía…y esta sucesión de pensamientos tan diversos le duró harto tiempo…Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo… no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aún después de dejado, quedaba contento y alegre… Y cobrada no poca lumbre de esta lección, comenzó a pensar más de veras en su vida pasada…y aquí se le ofrecían los deseos de imitar a los santos…

Reflexión personal

En este tiempo de “interrupción pandémica” es posible que uno haya tenido más tiempo para el silencio, la oración, la escucha… En esa tesitura

- ¿Qué he percibido que el Señor dice de mí? ¿Qué me dice? Y ¿Qué digo yo de Él? ¿Qué le digo? (Cfr Ps 139)

- ¿Me he sentido movilizado hacia el mundo de “lo herido” con nuevas disposiciones” (misericordia, libertad, entrega, deseo de amar más…)?

- ¿Me he sentido como más capaz de discernir entre lo que es absoluto y lo más relativo? ¿Tal vez he sentido “confusión y vergüenza” por absolutizar determinadas cosas “relativas”? (Cfr Flp 3,3-16)

Oración

“Te pedimos Señor nos concedas la gracia de sentirnos y aceptarnos a nosotros mismos como promesa, como lugar absoluto, en cuanto que amados por Dios, y como lugar ambiguo, en cuanto conscientes de la propia debilidad. Que precisamente por lo primero y a pesar de lo segundo, podamos irnos aceptando como “vocación”. Que esto nos permita percibir que has derramado tu Espíritu en nuestro corazón a pesar de nuestra debilidad, de nuestras deficiencias, de nuestro mal. Así podremos “situar de forma visible” la precariedad que en nosotros anida, sin triunfalismos ni pesimismos, sabiendo relativizar ese mal sin ignorarlo, viviéndolo sin dejarnos hundir por él. Y es que, en el fondo, la convicción de nuestra vocación no procede de la evidencia constatada de nuestra propia fortaleza, sino del reconocimiento esperanzado de que Dios ha querido amar nuestra realidad". Ferrán Manresa sj.

“Una larga marcha. Aprendizaje de la vida religiosa”, p 86. Ed Sal Terrae (1989)